
“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.”
(1 Timoteo 4:16)
En el mundo de hoy, cualquiera puede difundir lo que bien le parezca, aprovechando las facilidades de las redes sociales y las nuevas tecnologías en general. Con lo cual, se acostumbra a hacer juicios de valor deliberadamente, y muchos, consciente o inconscientemente, se vuelven voceros de las modas de pensamiento que personas, entidades o medios influencers hacen prevalecer. Sin embargo, que alguien o algo tenga el carisma o los recursos para influenciar a las masas, no quiere decir que sus motivos y juicios sean justos ni verdaderos. A fin de cuentas, las masas siempre han sido como las olas del mar, movidas de aquí para allá por cualquier viento que se imponga. ¿Acaso, entonces, deberíamos, igualmente, pretender la promoción de nuestra visión personal?… ¿Es que acaso alguno de nosotros podría fiarse de sí mismo?… De ninguna manera, sino que lo único que podemos enfatizar es en la necesidad de remitirnos, todos, a la única fuente de la justicia y la verdad: la Ley de Dios, registrada en su Palabra, y el testimonio viviente, su hijo Jesucristo. Como dice la Escritura: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.” Isaías 8:20
Hoy más que nunca, deberíamos ser estudiosos de la Palabra de Dios, y cuidadosos de estudiar bien todo asunto a su luz, antes de asimilar o difundir cualquier idea, opinión o doctrina, tanto propias como ajenas; pues de lo contrario, corremos el riesgo de que no estén fundamentadas en la verdad, sino que la adulteren al mezclarse con falsedad. Un poco de levadura leuda toda la masa, y la Palabra es clara acerca del peligro que representan las personas o doctrinas que la tergiversan. Lejos de edificar o ayudar, eso contribuiría a confundir, dividir y destruir al pueblo de Dios, que necesita el conocimiento que proviene de Él, para no perecer en el camino. ¡Y ay de quienes sirven de tropezadero a los pequeñitos del Padre Celestial!
Por supuesto, aún debemos no sólo estar alertas sino también alertar, pero solamente como fieles mensajeros de lo que hemos oído del Señor y no de conjeturas, sin quitar ni añadir; constatando todo en la totalidad de las Escrituras y el testimonio que nos ha dado Jesucristo, y que aún nos lo da por su Espíritu. Observemos que la propia Escritura dice “la suma de tu Palabra es verdad”. Por tanto, incluso alienar un fragmento de las Escrituras al concluir sobre un asunto, también podría conllevar a mutilar la verdad, volviéndose mentira, pues la verdad es siempre completa. Y aún más, la verdad tampoco es un tratado o discurso, ni mucho menos depende de la consciencia, percepción o interpretación de un hombre, porque no es una apropiación de la realidad, sino Dios mismo hecho hombre, quien dijo: “Yo soy la verdad”. Por ende, tampoco podría apreciarse en su plenitud y fidelidad sin considerarse hasta su encarnación en Jesús.
Hoy más cada vez, hemos de ser vigilantes, al hallarnos en un tiempo en que la mentira está en auge por tantísimos y sofisticados medios legitimados por el mundo, y que incluso se les asocian falsas corrientes religiosas, que se camuflan haciéndose pasar por parte de la Iglesia del Señor. En la medida que nos acerquemos más a los tiempos finales, eso se hará aún más complejo de discernir y hasta los escogidos peligrarán de ser persuadidos por el engaño. Entonces sólo podremos distinguir lo justo y verdadero si perseveramos en TODA la Palabra y el testimonio de Jesús, en comunión con su Espíritu y velando unos por otros en amor.
“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.”
Salmos 19:7