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El es un predicador

¡Él es un predicador, sí señores!

La Palabra es su cayado y su espada,

Su azadón, su martillo y su plomada,

Su brújula, astrolabio y motores.


Con la pluma, la métrica o el arpa,

Por bocina, en el papel o al teclado,   

En los caminos, tú a tú o sobre estrados,

La palabra librará sus batallas.


No se confunda usted cuando no la hable,

Se predica ella mejor encarnada;

El final de todo discurso es nada,

Y en el arte del silencio hay mensaje.


Tampoco vaya a creer que no se suda,

Ni que se cubre el pan con nuestra sátira;

Suda el predicador más sangre y lágrima,

Y a gracia y verdad solo Dios ayuda.


No tiene razón para arrepentirse

De responder con gozo a su llamado;

Si lo hace bien, será recompensado

Más allá de su alcance después de irse.

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