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Exhortación a una fe entendida

No deberíamos hacer nada fuera de la medida de fe que Dios nos ha dado, ni mucho menos a la medida de la de los demás, pero la que tenemos personalmente sí deberíamos aprovecharla al máximo. Y miren que no digo hacer lo máximo que podemos, sino hacer lo máximo que creamos que, en el nombre del Señor, podemos; de manera que es Él el que puede en nosotros. Y otra vez, tampoco digo lo que los demás nos dicten que deberíamos creer. Aunque la exhortación de nuestros hermanos, si es que está alineada con Dios, también puede estimularnos a la fe, ya que la fe viene por el oír, y el oír de la Palabra de Dios. Pero es finalmente, en esa medida personal de lo que apropiamos al alcanzar creerlo, que todo es posible.

Sin fe es imposible agradar a Dios o recibir lo que tiene para nosotros. Pues aun para recibir fe, debemos creer y confiar en que la recibiremos oportunamente del Señor. Mientras, necesariamente, hemos de usar y ejercitar la que ya tenemos para avanzar, y para que crezca; o si no, se atrofia, como sucede a los músculos del cuerpo. Y muy importante, asimismo como en el cuerpo, ha de crecer poco a poco, para que seamos perfeccionados también en la paciencia y la perseverancia, y por ellas, devenga la preservación, tanto de la fe misma como de los resultados de su aplicación. Sin ese tejido muscular, no podríamos correr y pelear en la carrera y batalla implicadas en el propósito divino para y con nosotros.

Es tan notable la necesidad de que esa batalla sea batida por medio de la fe, que la Escritura justamente, la llama “buena batalla de la fe”. Y ningún hombre o mujer de Dios de la historia ha alcanzado lo prometido sin haber creído. Ni tampoco porque vieron, creyeron más, sino que vieron porque creyeron; pues también siguieron creyendo lo que no alcanzarían a ver aquí sino sólo en la eternidad.

No es por lo que vemos o percibimos con nuestros sentidos como posible, que podemos marchar en el plan de Dios, sino teniendo la certeza de lo que esperamos que Él hará porque lo ha dicho. Y en lugar de dejarnos afectar por lo que vemos, el convencimiento con que opera la fe sólo puede tener como objeto lo que no se ve, pues si nos convencemos de lo que vemos, ya no estaríamos andando por la fe sino por vista. Entonces es solamente en la ausencia de vista, donde tiene oportunidad la fe. De manera que cuando nos encontramos en ese lugar desierto, que para nuestros sentidos humanos pareciera sólo desolación, he ahí el suelo más fértil para las semillas de fe. En el perímetro de los sentidos, percepción, experiencia e imaginación humanas, sólo alcanzaríamos lo ordinario y ya experimentado antes. Pero las cosas que no se han visto, ni oído, y que ni siquiera cabrían en nuestra cabeza, solamente son para los que creen en que Dios hará todo lo que es esperado conforme a su voluntad; aunque no lo vean, ni oigan, ni les alcance su imaginación. Esas cosas son las imposibles para los hombres, pero absolutamente posibles para Dios, las mismas y únicas que conllevan a la expansión de su reino entre nosotros.

Sin embargo, no se trata de fe en la fe, ni fe en nosotros mismos, pues con tales quizás sólo conseguiríamos los planes de nuestro propio corazón, que podrían ser devastadores, porque el corazón es engañoso más que todas las cosas. En vez de eso, se trata de creer en lo que Dios nos dice y ofrece en sus promesas, fe para percibir y seguir la guía de su buen Espíritu Santo. Pues solamente Él nos guiará a toda la verdad, que es Jesucristo, el único camino de salvación, en el cual seremos extraordinariamente dichosos e inconmensurablemente bendecidos.

Cuando Dios quiere bendecirnos de alguna manera, lo primero que nos da es la fe para conseguirlo. Y no es que nos lo vaya a dar sin que la usemos y hagamos nuestra parte rumbo a lo esperado, sino a través de ella en acción y colaboración con Él. A nosotros corresponde recibir su don de fe y actuar, para ser conquistadores con Cristo. Por eso Jesús a menudo preguntaba ¿lo puedes creer?, antes de hacer la obra. Y asimismo, casi siempre, también se notaba algún accionar de los favorecidos, en pos de recibir, según su capacidad. Si ha provenido de la Palabra del Señor y tú lo puedes creer, es el precedente seguro de que es para ti. Pero tú debes hacer tu parte en lo posible, y Dios hará lo imposible. Puesto que se trata de un trabajo conjunto entre Dios y el hombre, coordinado en el eje de la fe en Jesucristo. Él es el único y eficiente mediador entre Dios y los hombres, autor y consumador de la fe. Así pues, recibamos toda dádiva perfecta de nuestro Padre, incluyendo más fe cada vez, como un proceso que no termina hasta nuestra plena glorificación eternamente con Él.

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