La multitud prueba el corazón del servidor de Dios. ¿Qué hacemos al guiar la multitud?… ¿Humillarnos ante Dios y adorarle, reconociendo públicamente nuestra necesidad de Él, mientras acompañamos a nuestros hermanos en pos de Jesús? o ¿Engrandecernos y enseñorearnos sobre ellos y guiarlos hacia nosotros mismos, en vez de a Dios, nuestro Señor, a quien pertenecemos? ¿Qué sale de nuestro corazón al estar frente al pueblo de Dios, humildad u orgullo? ¿Qué hacemos con los escogidos de Dios, que son piedras vivas, edificarnos un reino personal perecedero, como quien mata la vida y levanta una tumba sobre la muerte? o ¿Edificar el reino viviente del Dios viviente, para gloria suya, salvación y vida eterna de las almas? Meditemos pues por nuestros frutos seremos conocidos por Dios. ¿O de qué valdría ser reconocidos por multitudes de hombres aquí y desconocidos para el Señor y las multitudes celestiales de ángeles y redimidos al final?…