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Nacidos de restauración

“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2 Corintios 5:20)


La verdadera conversión nace de una restauración. Es que restauramos nuestra relación con Dios por medio del Señor Jesucristo. Después de haber quebrado y hallarnos perdidos sin Él, reconocemos que lo necesitamos, nos arrepentimos, y nos volvemos a su socorro, que siempre permanece extendido.

Nadie nace amigo de Dios, sino que nacemos de nuevo como amigos e hijos suyos por la reconciliación con él. Todos nacemos perdidos y expuestos al pecado de la carne, que de hecho cometemos, porque venimos al mundo como esclavos de esa naturaleza corrompida, con sus consecuencias de degeneración, destrucción y muerte. Sin embargo, algunos no nos conformamos a eso, sino que escogemos aceptar por la gracia de Dios, la verdadera libertad, salvación y vida abundante que hay en su camino. Y no es que sea fácil, sino que con valor y fe, estamos dispuestos a morir, una vez y continuamente, a esta vieja vida temporera, para nacer del Espíritu.

Entonces abordamos un nuevo rumbo en dirección opuesta a la perdición, el pecado y la muerte; hacia la nueva y eterna vida con Dios, sobre la cual, la muerte física no tiene ningún poder. Y por la cual, más que en resistencia al pecado, andamos en el Espíritu de poder que resucitó a Cristo, si es que andamos eficazmente. Aunque no es que ya lo hayamos alcanzado plenamente, ni que ya seamos perfectos, pero sí permanecemos en el nuevo rumbo de seguir siendo perfeccionados cada vez más, opuesto a las corrientes de este mundo, para vivir dignamente aquí y al final por siempre, como hijos adoptados del reino de Dios.

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17)


“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Juan 3:1-15

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