
“Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia.”
Proverbios 2:6
¿Podrían jactarse Moisés por la revelación del diseño, o aquellos hombres que implementaron de obra primorosa el tabernáculo, mientras fue Dios su autor e inspirador? ¿Y si se jactaran respecto a otros hombres que no lo edificaron, no se estarían jactando más bien respecto a Dios, y atentando contra la gloria que sólo Él merece? ¿Acaso podría jactarse el instrumento o la obra con su hacedor? ¿No fue ese el pecado que originó al Adversario? Así también debemos tener, nosotros hoy, sumo cuidado con la jactancia, el orgullo y la soberbia. El orgullo es una condición de ignorancia y necedad del corazón, en su desconocimiento de Dios y sus obras. Y la humildad es fruto de sabiduría y entendimiento, que no son méritos nuestros, sino de la gracia de Dios que nos da alguna medida de vista, aunque sólo Él ve y conoce todo, a todos y todas las cosas. ¿Entonces qué lugar queda para la jactancia? Ninguno. Toda la honra pertenece solamente al Señor, y Él es soberano para compartirla con quienes quiere. De nosotros es el ser agradecidos, alabarlo y adorarlo por sus proezas, y por hacernos partícipes de ellas. Por tanto, hermanos, seamos humildes. Te rogamos así ayúdanos y perfecciónanos, Señor. Amén.