
Cuidado con esos jóvenes que son tal cual son,
que no esconden su humanidad pero la boxean,
que son de ir al grano,
de hablar claro y directo,
de la jerga del pueblo,
y aborrecen los lenguajes religiosos sinsentido,
que no andan llevando falsos pesos
por agradar a la gente, ni usan lisonjas,
que si quieren o piensan algo, lo dicen y punto,
que andan entre la gente sencilla
y comparten con lo vil y menospreciado,
que saben que de ahí salimos todos
y todos estamos expuestos.
Cuidado con ellos cuando se levantan de sus caídas,
cuando se aprietan la herida y siguen
aunque cojeen y les pese el alma misma,
cuando yerguen el rostro y ponen el pecho al dolor
para volver a amar aun sin ser amados,
esos que llevan muchas cicatrices
y abrazan fuerte y sincero o no lo hacen,
esos que anhelan con todo su ser
la transformación de sí mismos y de los demás
de adentro hacia afuera,
los mismos que se sienten raros
y los ves cohibidos con todo lo que no sea así,
porque no saben ni pueden vivir cautivos.
Cuidado con esos pequeños Davides,
esos reyes pastores, esos pastores reyes,
que adoran en lo secreto contra orgullo
y danzan en público contra vergüenza,
que enfrentan osos y leones en lo íntimo
por proteger el rebaño de su Padre,
y se atreven contra los gigantes del pueblo,
sin ceñirse la armadura del rey desechado,
esos que ya han llegado a descubrir el rechazo
y encarado la persecución,
por haber honrado en verdad
y honrar la verdad sin mezclarse.
Mucho cuidado cuando ya tengan
un ejército de compas marginales
que los sigan porque nadie más les dio valor,
y ahora tienen juntos un sentido por el cual vivir,
cuidado porque son leales de corazón
y lo arriesgarían todo, hasta la vida,
por darle un vaso de agua al sediento.
¡Cuidado con esos muchachos
hombres y mujeres valientes de verdad,
que están a punto de ser transformados
porque la gracia de Dios lo hará,
son esos que trastornarán las naciones y el mundo
con el verdadero evangelio del amor de Cristo!

